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Publicado el 14 noviembre, 2016
A través de los primeros 125 años de la historia del automóvil, los hidrocarburos líquidos han sido los combustibles preferidos por los diseñadores de automóviles. Se debe a que eran los que mejor servían para este tipo de motores. Desafortunadamente y de acuerdo con palabras de Charles Darwin, todos aquellos seres que son capaces de adaptarse al cambio, sobrevivirán, el resto simplemente desaparecerá. Es increíble pensarlo, pero lo mismo sucede con la industria automotriz.
Todos los vehículos requieren energía para moverlos y ésta se produce dentro del motor, ya sea a gasolina o diésel. No obstante también requieren que estas fuentes de energía sean transportables, que almacenen grandes cantidades de la energía y sean hasta cierto punto económicas. Por tanto, a pesar de una gran experimentación por un sinnúmero de científicos, la gasolina y el diésel han resultado dominadores en el siglo XX.
Existe evidencia que muestra que desde 1806, existieron motores que utilizaban carbón como sistema de propulsión. Incluso dentro de los primeros experimentos de Rudolph Diesel en 1892, antes de que decidiera que su motor, el motor Diesel solamente utilizara combustibles que hoy llevan su nombre. Increíblemente en 1970 fue probado por General Motors como fuente alternativa en lugar de adquirir petróleo del medio oriente.
El carbón tiene una densidad de energía muy grande y es muy económico, pero también es sucio al transportarse y tiende a ser explosivo. Además, quemado en grandes cantidades, sería altamente contaminante, por lo que podemos agradecer hoy que no fue una opción viable. Estas características han hecho que el carbón desaparezca de entre las alternativas que tenemos hoy en día para combustibles, pero en parte, su linaje vive dentro de la creación de otros combustibles.
Cuando Karl Benz presentó su Motorwagen en 1886, eligió la gasolina como su fuente de energía predilecta, a pesar de ser muy criticado por no utilizar baterías que eran muy deficientes en cuanto su almacenamiento y durabilidad. Ya existían autos eléctricos en esa época, como el Lohner-Porsche o el Detroit Electric, pero el corto alcance y el alto costo de dichos autos, evitaron que fueran exitosos y dio paso al uso de los hidrocarburos.
A partir de este momento, vendría un alza en el consumo de gasolina para motores de combustión interna. Esto debido a que existió un incremento en la disponibilidad del hidrocarburo hecho con base en el petróleo. Antes de esta alza, la gasolina que provenía de la refinación del petróleo para distintos fines se desechaba, al creer que no tendría un uso productivo. Se consideraba como un residuo altamente inflamable y peligroso para cualquier industria. Esto vendría a enterrar más el concepto del auto eléctrico, hasta ahora.
Al mismo tiempo que la demanda de vehículos automotores crecía, y se utilizaba sistemas de combustión interna, los requerimientos para mantenerlos crecían con ellos, pues no era posible controlar la temperatura con las cargas y administración de combustible. Poco después, fue necesario equipar a los autos con sistemas de enfriamiento, con bombeo tanto de aceites lubricantes como de agua, y más adelante anticongelante.